lunes, 16 de septiembre de 2013

Homenaje a la astrónoma argentina Gloria Dubner.

Un poco de su historia...


“Es bellísimo ver explotar a las supernovas”
Gloria Dubner (62) tiene tres chicos, marido y un asteroide. Al menos, uno de esos cuerpos rocosos navega el universo con su nombre, en reconocimiento a su desempeño como investigadora científica.
Elena Peralta / Especial para Clarín MUJER / F: Néstor Sieira
 Cada noche el cielo de Chajarí, en el Norte entrerriano, se carga de estrellas. Se dejan ver resplandecientes y vencedoras, lejos de la contaminación. Seis décadas atrás, las bondades del aire acondicionado no eran domésticas y al calor había que enfrentarlo con armas tradicionales. En verano, cuando no corría una gota de aire adentro, los Dubner sacaban los colchones al patio. Gloria (62), la menor de las hijas, se dormía contando estrellas. Los años pasaron, la familia se mudó a Buenos Aires y Gloria siguió contando estrellas bastante más lejos del patio entrerriano. Desde hace tres años dirige el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE).
“Los motivos que me llevaron a las estrellas no empezaron en el cielo”, dice detrás de un café en su oficina de Ciudad Universitaria. Gloria había dejado los astros colgados en las noches entrerrianas. Cuando terminó la secundaria no tenía demasiada idea de qué carrera elegir. Sí sabía lo que no le gustaba. “Me aburría leyendo textos demasiado largos. En realidad, lo que me pasaba era que me desesperaba no ir al punto, al ‘concepto’, después de los primeros dos párrafos”. Esa necesidad de definiciones, más la experiencia de su hermana mayor -hoy química nuclear- la llevó directo a la Facultad de Ciencias Exactas. No eligió astronomía: se inscribió en Física.
Se recibió en 1973, a los 23 años. Eran tiempos difíciles. “En 1974 la Facultad estaba intervenida. De un día para otro dejabas de ver a un profesor o a un compañero. Los científicos comenzaban a irse del país y tenías que pensar bien qué ibas a investigar. En esos años corrías el riesgo de quedarte sin trabajo, sin vida, sin todo”. En el medio del caos, Gloria tenía que elegir el tema de su tesis doctoral. El Dr. Fernando Colomb, director por ese entonces del Instituto Argentino de Radioastronomía, le propuso investigar a las supernovas, estrellas que explotan modificando el espacio que las rodea.
Cuando una supernova se desintegra, nada vuelve a ser igual. Y nada en la vida de Gloria fue lo mismo después de que las estrellas volvieron a iluminar su cielo. “Desde aquellas noches en Chajarí, nunca más me habían interesado las estrellas. De hecho nunca pensé en dedicarme a la astronomía. La tesis me ofrecía un campo de trabajo interesante y concreto. Y eso era mucho para ese momento de mi vida”.
Amor a primera vista
Fue amor a primera vista. Gloria encontró en las supernovas una poética que tres décadas después sigue apasionándola. “Cuando explotan producen unas nebulosas bellísimas que cambian todo lo que las rodea”. Poco antes de recibirse, en una fiesta de Fin de Año, Gloria conoció a Jorge, su esposo, por ese entonces un flamante médico que planeaba dedicarse a la Psiquiatría. “Yo era la típica chica de Exactas, tímida y de anteojos gruesos. Nos enamoramos y nos casamos”.
En junio de 1982 le costó convencer a las autoridades de la Facultad para adelantar la fecha de exposición de su tesis de doctorado y eso que tenía un argumento contundente: una panza de nueve meses. “Quería rendir antes del parto. Había tenido a mi primera hija, Laura, cuando empezaba a investigar y ahora estaba a punto de parir a Gabriel, el segundo, en el momento en el que la tenía que defender”. Logró negociar la fecha, pero con poco margen. “Vivíamos en Barrio Norte y yo tenía la mesa examinadora en la Universidad de La Plata. Mi marido no me podía acompañar, así que manejé yo sola hasta allá. Cuando llegué no daba más. Tuve que exponer la tesis sentada. Creo que era la primera vez que tenían a alguien tan embarazada rindiendo”.
Pudo terminar, pero se quedó sin la fiesta que le habían preparado sus amigos. Volvió a su casa y a las horas empezó con contracciones. “Yo siempre digo que dí una tesis de 3,5 kilos y tuve un bebé 10 sobresaliente”.
“Era difícil compatibilizar todo. Yo ya tenía a la más grande y doctorarse implica una cantidad de horas de investigación difíciles de combinar con el trabajo de ser una mamá presente. Creo que por eso los científicos hombres son mayoría”.
Persiguiendo estrellas
Gloria no se dio por vencida y reincidió. En 1986 tuvo a su tercer hijo, Martín. “Es gracioso, porque los tres nacieron en momentos cruciales de mi carrera: hice casi todo el doctorado con la primera, di la tesis el mismo día que tuve al segundo y cuando llegó el tercero acababa de concursar para un cargo docente”. De vuelta tuvo que dar explicaciones. “Yo tenía fecha de parto para marzo, justo cuando empezaban las clases. Cuando me presenté al concurso me preguntaron cómo pensaba hacer y les dije que iba a poder...” Y pudo. Empezó las clases con licencia, pero volvió cuando su bebé cumplió los dos meses. “Tomé un curso de la noche. Así que lo dejaba dormido y volvía justo a las tres horas para despertarlo y darle la teta otra vez”.
Conceptos como amamantar, o mi hija tiene fiebre, eran difíciles de explicar a personas que podían comprender la formación del universo, pero a los que les costaba entender el mundo de la maternidad. “No podría decir que la ciencia es un ambiente machista, más bien que los hombres tienen otro tipo de libertades que las mujeres no tenemos. Por ejemplo, cuando explota una supernova, hay que estar un día preciso, en un lugar que puede ser a miles de kilómetros de tu casa. Los hombres no tienen las ataduras que tenemos nosotras y pueden viajar con mucho más normalidad que una mujer que, además de científica, es mamá”.
Por esa cuestión práctica, Gloria decidió dedicarse a investigar las supernovas después de sus explosiones. Un trabajo con tiempos más flexibles pero que implicaba un mínimo de tres viajes por año. “Era complicado porque Internet no era masiva y no tenías Skipe, Facebook, nada. Sólo te quedaba hablar por teléfono”.
Con sus calificaciones, Gloria tuvo ofrecimientos de todas partes del mundo. “El tema eran los chicos y la profesión de mi marido. La carrera de un científico necesita de los viajes, la de un psiquiatra, en cambio, requiere establecerse en un lugar, pero lo resolvimos. El pacto fue que yo iba a viajar todo lo que necesitara, pero en períodos cortos”. Así fue que Gloria comenzó a perseguir a las estrellas por todo el mundo. “En esa época los equipos de observación buenos estaban fuera del país. Y había que viajar sí o sí. Todo en fechas especiales determinadas por las condiciones de observación o por cuando se podía usar los radiotelescopios que tenían reservas hechas con mucha anticipación. Hoy la situación cambió y tenemos medios tecnológicos mucho más avanzados en el país. Hay más inversión en ciencia y se puede investigar de otra manera”.
Un viaje corto para un científico son, como mínimo, dos semanas de trabajo. Una ausencia que en condiciones normales implicaría una catástrofe para una familia de cinco. “Mi marido siempre me apoyó y sin él mi carrera hubiera naufragado”. Mientras sus compañeros varones sólo armaban las valijas, Gloria planificaba desde la comida hasta los regalitos de los cumpleaños de los amigos de los chicos. “Compraba al por mayor y los dejaba clasificados por sexo y edad. Así cuando los chicos venían con la invitación, mi marido sólo tenía que ir a buscar el paquete al placard”.
Como buena científica, Gloria preveía casi todo. Pero hasta las fórmulas más establecidas pueden sufrir imprevistos. “Una vez tenía los pasajes para viajar a Estados Unidos a la noche y al mediodía le avisan a la señora que nos ayudaba en casa que había fallecido su mamá y tenía que viajar de urgencia a su casa. A esa altura no podía renunciar. El que se llevó la peor parte fue mi marido”.
La familia de Gloria está llena de esas anécdotas. “Ahora nos reímos, pero había que pasarlas. Como mamá, extrañaba y me daba culpa lo que pudieran sufrir mis hijos en mis viajes, pero para ellos fue normal. Y yo del otro lado del mundo podía trabajar 12 ó 14 horas sin interrupciones, con equipos que funcionaban. Era el paraíso”.
“En el colegio hay una mamá que no trabaja”, le soltó su hija con sorpresa en plena merienda. “Otra vez, en un dibujo puso ‘a mi mamá le gustan los lunes’. Es que yo los espero con ganas para volver al trabajo”. Y lleva su trabajo a todas partes, siempre mirando el cielo y adivinando constelaciones. “Generalmente estoy con radiotelescopios en los que termino viendo el gas que está entre las estrellas. Mirar el cielo es algo más poético que profesional”. Y por si a esta poética le faltara algo, el Comité de Nominaciones de la Unión Astronómica Internacional (IAU) le puso Dubner en reconocimiento de su trayectoria al asteroide 9515-RA2, descubierto por el observador Mario Cesco en 1975. “Es una roquita de 17 km de diámetro. No hay peligro que se acerque a la Tierra. Ahora está a unos 376 millones de kilómetros de aquí”, advierte Gloria.
Mujeres y astros
Supernovas. Se llama así al fin catastrófico de una estrella. Se las estudia para entender cómo nacen y mueren las estrellas, la naturaleza de los rayos cósmicos, la dinámica de las galaxias y medir el Universo.
Récord. Argentina es el país con mayor porcentaje de astrónomas: 35%. La subdirectora del IAFE es la doctora María Silvia Gravielle y tres de los seis miembros de su consejo directivo también son mujeres. El Planetario de Bs. As. es dirigido por la licenciada Cristina Sendón de Valery.
Académicas. En la Argentina, tres universidades ofrecen la carrera de Astronomía: la de La Plata, San Juan y Córdoba. También, como Gloria, se puede llegar a través de la Física, especializándose luego en temas astronómicos.
Explosiones. Las de las supernovas son algunas de las más energéticas de todo el Universo. “Al explotar, enriquecen todo el ambiente que las circunda con átomos tan pesados como calcio, hierro u oxígeno, que posteriormente aparece en nuestro planeta, en nosotros, y en todo lo que nos rodea”, explica Dubner. Y amplía: “Tras la explosión, no desaparecen totalmente: pueden dejar estrellas de neutrones, uno de los objetos más exóticos del espacio, donde una cucharadita del material que las forma pesa unos mil millones de toneladas. También pueden formar los imanes más potentes del Universo y así dar origen a los rayos cósmicos más energéticos”.





No hay comentarios:

Publicar un comentario